1 jun 2013
761-770
Había una vez mi abuela y sus dientes: Viví con ella más de
10 años y jamás conseguí verla sin ellos puestos.
Había una vez una ventana invernal frente a la que nunca
pasaba nada. Hasta que el pronóstico dijo que probable sensación menos 15 y
comenzaron a desfilar muchas personas arrastrando ramas, troncos, hojas, piñas
y cajas.
Teresa Sitjar Quijano
Había una vez una famosa cortesana que promulgaba que:
"no existían los hombres avaros, pues el arte de ella, consistía en
retorcerles el brazo hasta que abrieran la mano". No era una geisha era
una judoka.
Charbelí Ramos Chávez
Había una vez alguien que echó su amor a las brasas.
Primero Intentó sacarlo con pinzas, luego metió las manos y, finalmente, se
introdujo de cuerpo completo para rescatar al entonces moribundo. Al cabo de un
rato, las cenizas de su amor impregnaban el aire que ese alguien, quemado,
respiraba.
Kark DelMonte
Había cierta vez una taza iluminada que giraba su vida loca
dentro de un microondas hasta que escuchó el último de los tres pitidos y
comprendió tardíamente que su misión había sido otra.
Había
una vez alguien que le pidió al tiempo algo así:
Matilde Martínez
Había una vez un marino que pensó que iba a morir. A los
pies de su lecho de tuberculoso, ella le explicaba que era joven y bonita y
tenía la vida por delante. Su voz se mezclaba con el recuerdo de puertos
lejanos, de las olas golpeando el casco, el murmullo de los bares a los que no
había ido y la risa de las prostitutas que no había frecuentado. Cuando cesó la
fiebre se levantó de la cama. Compró una cuchilla. La hizo afilar.
Matilde Martínez
Había una vez una anciana que tenía siempre un último
deseo. Cada vez que se cumplía lo cambiaba, y así nunca podía morir porque
tenía un pendiente. Hasta que un día pidió un deseo imposible, y la Parca,
furiosa, lo hizo realidad.
Lucy Elena Pradhita
Había una vez una necia y joven mujer que en viernes santo,
contra toda crítica y consejo, se fue a lavar ropa al río. Fue tal su castigo
que se quedó embrujada convertida en gigantesca serpiente que se esconde en las
madrigueras a la espera de que algún valiente rompa el hechizo.
Había una vez un abuelo, pañuelo al cuello, botas de cuero,
bombacha de campo y sombrero que después de almorzar se sentaba en un tronco
algo trabajado, a la sombra de algunos talas y otras especies, a mis ojos
aquello era un trono en un exótico bosque. Cuenta la leyenda familiar y
pueblerina que aquel gaucho-dandy tuvo más de cuarenta hijos. La verdad es que
fueron más
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