1 jun 2013
781-790
781 Ana Lima
Había una....
Hhabía una vez una ansiedad que me enfriaba los pies y le
ponía. Demasiadas mariposas a mi panza .Entonces llego el dejar fluir y se
llevo todo en ese cauce azul y tranquilo lleno de peces dorados.
Había una vez una sala de espera fría donde cada paciente q
llegaba tomaba una revista y no se veían. Y de pronto entró un aire cómplice q
aflojo y se miraron y muchos sonrieron.
Mónica Suárez
Había una vez una voz, como el agua tibia cayendo por mi
espalda, el sabor de una fruta dulce y carnosa, una luna llena de verano, mi
cuarto oliendo a jazmines. Entonces vino una muerte y la enmudeció.
Pepe Fainberg
Habia una vez un corazon que juzgaba.
Ricardo Capurro
Había una vez un doble y su enemigo.
Rudy Menéndez
Había una vez una abuela con una abundante cabellera blanca
como la nieve y trazos algo amarillentos, una cocina a leña con desgastados
esmaltes y catorce hijos que habràn colaborado para su dureza de trato y su
lejanía
Había una vez un padrecito que todos los días oficiaba la
misa de 8 a.m. aprovechaba el sermón para descargar la frustración que sentía
pues a la feligresía todos les lavaban el cerebro menos él. ¡Se están
durmiendo, despierten! Vayan a ver a la Virgen (no padrecito mejor vemos a la
Trevi) Imiten a San José (no padre mejor a Riky Martin o a Julio Iglesias) y
así se la pasaba con reproches todo el sermón.
Lucy Elena Pradhita
Había una vez una perrilla chaparra, amarilla criolla de
ojos brotados llamada Cesio, que odiaba a los mimados y sangrones gatos, pero
cual sería su condena; vivir en casa con cinco gatos. Mientras la miraba su ama
disimulaba su desencanto, pero en cuanto se iva; ¡Hay señor, se soltó el
diablo! a trochemoche dentelladas, ladridos y trompasos para todos. Nomás se
oían las carreras y ladridos tras los esforzados mininos y la Cesillo encantada
de cumplir su cometido. A veces sus ladridos más bien eran quejidos cualquier
gato le propinaba unos buenos razguñazos en la trufa o en los labios.
Maga Uruguaya
Había una vez un auto lleno de gente que, cada vez que
pasaba frente a un cementerio, detenía su marcha y el abuelo rezaba 3
avemarías, 1 padrenuestro y "enpazdescansenamén".
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