10 jul 2013
Los de MaGa
Había una vez...alguien que cerró la puerta y se tragó la
llave. Cuántas veces buscamos fuera lo que tenemos dentro.
Había una vez una mujer que cada mañana sumergía la cabeza
en salmuera para librarse de los sueños sucios.
Había una vez un "ojo de buey" buscando
compañera. Oteaba el horizonte sin pestañear, hasta que el golpe de una ola lo
dejó ciego para siempre.
Había una vez el tedio asomando por el agujero de una
media. Después se enganchó en la pata de la mesa.
Había una vez un hombre veleta que se juntó con una mujer
laguna. Al principio hubo aguas inquietas, hasta que un día la laguna se llevó
la veleta al fondo y allí se quedó él, durmiendo el sueño de los náufragos.
Había una vez una pareja que llevaba tanto tiempo junta que
por momentos parecían uno solo y en otros dos desconocidos.
Había una vez una gota de agua llenando la taza de café.
Debería lavar los platos del insomnio.
Había una vez un par en un autobús. Mirábanse
indirectamente por el reflejo en la ventana. Él se bajó. Ella alentó su nombre
en el vidrio: Anna.
Había una vez el lento rechinar de una puerta. Jamás
regresó.
Había una vez una persona que cada mañana, cada minuto,
cada hora, cumplía con su deber obedientemente, pero siempre se decía:
"preferiría no hacerlo".
Había una vez una memoria muy detallista que olvidó que
para seguir adelante conviene hacerse la desmemoriada.
Había una vez una madre muriendo. Jadeaba su piel seca, sus
pulmones sin aire, su boca árida, sus manos amarillas. Y había una vez una hija
que simplemente miraba.
Había una vez, una niña cavando con persistencia un pequeño
hoyo en la pared del lado de su cama.
Había una vez una mujer tejiendo a dos agujas una gran red
2.0 mientras veía de reojo la novela de la tarde.
Había una vez una lágrima manipuladora. Cada vez que se
asomaba, la madre cancelaba la penitencia.
Había una vez un apagón y dos niñas escalando de la mano la
tenebrosa escalera de un edificio de apartamentos.
Había una vez una mujer con tres hijas cuyo padre se fue y
nunca regresó. Con grandes sacrificios la madre las sacó adelante. Las hijas
nunca olvidaron la lección de orgullo que recibieron aquella navidad, sentadas
a la mesa y haciendo ruido con los tenedores para que los vecinos no supieran
que los platos estaban vacíos.
Había una vez un revólver bajo la almohada.
Había una vez una pollera
corta, unos tacos altos y una mañana de primavera. Él la siguió 10 cuadras
hasta que ella llegó a su trabajo. Ella no dijo nada pero le sonrió al cerrar
la puerta del edificio. A la salida él la estaba esperando.
Había una vez un resto de fe guardado en un viejo frasco de
perfume con la etiqueta: "sólo para emergencias".
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