9 jul 2013

370-379

Susana María Grasso
Había una vez una locura que decidió serenarse, para ello implicaba perder su poder de enloquecer.
Cuando lo hizo, pensó transferir su poder a un hombre y una mujer que se encontraban a pocos pasos de ella. Advirtió que él pertenecía al país donde ella decidió esfumarse, pero la mujer no.
La locura estaba intrigada, sola, sin su poder y en el Cabo Polonio.

Maga Uruguaya
Había una vez un sábado x la noche y ¡muchos fbkeros que tienen una vida!

Patricia Gandaria
Había una vez una mentira que le quiso jugar una carrera a una verdad. Y perdió, claro, porque la mentira tiene patas cortas.
Elizabeth Wojnarowicz
Había una vez una abejita muy bonita y trabajadora llamada Dulzura, a la que le arrastraba el ala un zángano del barrio. Por supuesto que nunca le dio ni la hora porque estaba segura que de hacerlo su trabajo se multiplicaría a la enésima potencia... porque se sabe que los zánganos son unos vagos terribles y jamás la ayudaría ni siquiera a limpiar una celdilla de su hermoso y dulce hogar.

Gerardo Ortega
Había una vez una mujer que le encantaba que la cosificaran, pero con cariño: le agradaba que le dijeran "¡Cosita!".

Pepe Fainberg
hbi un vez un tecldo que no podi escribir la letr , no por eso funcionb ml. si que en l cs lo seguimos usndo bstnte menudo. sbimos qwue hbi que llevrlo rreglr donde el tecnico, pero como nos fltb plt, nos tenimos que guntr!

Rudy Menéndez
Había una vez un coleccionista de cuerpos, que no de almas , que eso de andar coleccionando almas es cosa de pretenciosos inmortales. Éste solo realizaba el viejo juego de caza y presa sin saber muy bien cuando se transformaba en presa.

Maga Uruguaya
Había una vez una pequeña lectora que atesoraba bajo la almohada los 6 libros que no le dejaban leer. Cuando todos la creían dormida, tomaba un libro y leía vorazmente bajo el haz de luz de la habitación contigua. Esas veces la niña amanecía con dolor de cuello y un montón de pensamientos extraños en la cabeza.

Maga Uruguaya
Había una vez una madre muriendo. Jadeaba su piel seca, sus pulmones sin aire, su boca árida, sus manos amarillas. Y había una vez una hija que simplemente miraba.

Maga Uruguaya

Había una vez un secreto recuerdo que cada tanto asomaba en una media sonrisa.