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habia una vez un cetaceo cloroforme que
sufria de un orzuelo altisonante. no habia medico, brujo, curandero o pillifon
que le hubiera encontrado una solucion a tan nefasto y enigmatico problema. un
dia, de repente e ipso facto, una sirena disfrazada de marmita saltimbanqui se
le acerco y con un beso moluscular le aplico una baba de diablo que quemadermo
el orzuelo altisonante hasta la samanquilla. el cetaceo quedo eternamente
agradecido a la sirena. porque fue el beso? porque la marmita estaba buscando a
un principe disfrazado de cetaceo para convertirlo en pure de manzanas. pero
este cetaceo no era. pasan esas cosas en el fondo del mar.
y colorin colorado, este cuento se ha formulado....
Había una vez una invitación -solo por
esta ocasión -para hacer una invitación a Maga y a todos los habiaunavezeros...
: ) Somos 7 amigos blogueros gays. Cada semana tenemos un tema diferente y al
ser 7, cubrimos el tema cada uno desde su punto de vista. Si alguno está
interesado le invito a que nos lea y que nos sigan en facebook. Esta semana el
tema es el 'Gay Pride'.
Además tendremos una semana especial de CUENTOS gays
con el tema MENTIRAS donde todos los que quieran participar serán bienvenidos..
Los cuentos que nos lleguen los vamos a publicar en nuestro sitio. Si alguno
está interesado le pido de favor se registren en el sitio y les doy más
información.
Buen fin de semana!!! Colorín coloraoooo... esta
invitación ha terminado.
EL OJO DE AQUELLA MUÑECA
HABÍA UNA VEZ UNA NIÑA QUE SE LLAMABA LAURA...
Laura tenía una muñeca de plástico duro, de gesto adusto,y,
si no fuera por sus ojos temblorosos, nerviosos, locos, de preocupantes
pestañas, parecería de una rigidez que solo la muerte se ocupa y conoce , se
entiende, espero.
Una sonrisa, casi una mueca.
Era de esas muñecas que hoy asustan. Generan respeto y
al cristiano deseos de persignarse.
Un día su hermano le hundió un ojo, ella trató de
arreglarlo pero terminó por hacerlo desaparecer, casi, porque desde el hueco
vacío, desde la negrura de la cavidad, allá en lo oscuro podía verlo como si
estuviera en otra dimensión mirando alocadamente, vigilante, más vivo que
nunca,dicen los testigos.
Un día le cortó el pelo con su tijera de niña,
desafilada. El resultado fue un aire entre hospicio y linyera.
Entonces rara, loca y sin un ojo, Laura la descubrió
una tarde en su cuarto, tirada en el piso, obscenamente despojada de parte de
su ropa, mal pintada a cuadros azules, obra de un hermano nuevamente empecinado
en disfrazarla. Entonces ella la bañó y así fue que pasó a tener un color de
piel levemente azulado.
Cuando la mutiló sin intención y se quedó con un brazo
en sus manos, y algún resorte apuntando a la nada, entonces sí, la escondió
porque ella misma le tenía miedo.
Pero una fuerza perversa guiaba sus manos temblorosas
al rincón del ropero, de los espectros y brumas, toditos los días y allí
siempre estaba, con ese ojo que miraba desde la negrura, tambaleante y
desafiante, muy, muy raro, una mirada vacía de infinito.
Con el tiempo,la creatividad de Laura dio rienda suelta
a las mil pesadillas, transformando al rincón oscuro en un cuento de terror
"La muñeca del ojo en el ropero".
Junto a sus amigas, abrían lentamente la quejumbrosa
puerta y sentían el frío gélido del susto, la viscosidad del miedo. Cada una
con una vela, el dormitorio lleno de lumbres y sombras amorfas, su ilimitada
imaginación las llevaba a crear historias tan terribles que después no querían
ni podían "pegar un ojo". Se quedó pensando, pegar el ojo oscuro y
tenebroso,ese que nunca duerme, ese que siempre vigila.
Y sin saber cómo ni cuando se le fue pasando su
entusiasmo por la muñeca dura, rígida, con un ojo y sin un brazo.
Las "Barbies" traídas por algún viajero de
Estados Unidos, articuladas, perfectamente hermosas, dejaban la creatividad y
los cuentos de terror muy lejos y las miradas y deseos llenitos de "esa
anoréxica belleza" aburrimiento de cirujano.
La cuestión es que olvidó lentamente a su muñeca.
Supuso que algún día su madre la habría regalado o tirado, ella nunca más se
asomó al rincón del ropero, algo le decía que no lo hiciera ya no sentía ese
morboso deseo de mirar lo no deseado o tal vez lo contrario, el miedo desplazó
aquella curiosidad morbosa.
Un día el viejo ropero fue sustituído por uno más nuevo
con puertas corredizas, sin chirridos ni historias, moderno, lustroso, limpio,
aséptico,iluminado.
Hay días aún en que se pregunta si la "loca del
Vilardebó" ,aquella muñeca del ojo vigilante que mira vacío al infinito
desde la oscuridad de su hueco interior, desgreñada y sin un brazo , esos días,
se pregunta, si seguirá asustando niños y seguramente, no tan niños, por ahí.
Había una vez... una foto, una pequeña
foto carnet en blanco y negro. Ella tenía 18 años o por ahí. Es una foto
diferente a todas las demás, en ésta mira a la cámara pero no sonríe; también
tiene el pelo largo e inusualmente lacio.
Es una foto sin contrastes, los grises le dibujan el
contorno del pelo, los ojos, la nariz perfecta y la fina, casi imperceptible
línea de los labios.
Esa fue la foto que tuve en la billetera durante el
tiempo que estuve lejos. Cada tanto la miraba. Me gustaba pensarla en ese otro
tiempo, cuando todavía no había tomado las desiciones del resto de su vida. La
veía pura, ajena a todo, como de otro mundo.
Tal vez es por eso que mi mente hace trampas y cada vez
que intento recordar su rostro en el cajón solo puedo ver a la inocente niña de
18 años y pelo inusualmente lacio.
Había una vez un sujeto, que ilusamente creyó
que había salvado su pellejo de la addicción al
conventillo internético.
La ilusión le duró hasta que a una Maga del Sur
se le ocurrió convocar a una miríada de
mentes exaltadas a hacer libres
volteretas mentales las veinticinco horas del día.
Había una vez una decisión tomada
(borracha),
veía todo doble, triple, borroso,
y se le movía el piso, el viso y el rizo...
caminando a pasos cortos, largos, inconcientes...
llegó a una encrucijada...
un soplo de aire frío recorrió sus huesos
y fue entonces, una sobria indecisión.
Había una vez una deliciosa vuelta de
tuerca que volvió la realidad algo mucho más interesante
Había una vez, dos desconocidos con
muchos recuerdos en común...
Había una vez un perro de
Pavlov sin glándulas salivales.
Lo despidieron por incompetente.
Había una vez un tonto que se creyó esta
historia.
Había una vez una culpa que quería casarse,
pero no conseguía con quién, porque todos querían que ella fuera de otro.